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Voto de confianza en la institucionalidad: camino para México

En el últimos mes los mexicanos nos hemos enfrentado a los peores temores por el caso gravísimo de los normalistas de Ayotizapa, Guerrero. Una situación que rebasó la imaginación y nos ubicó en la descomposición política de las autoridades municipales. Un territorio para la delincuencia organizada, la impunidad y los imperios impuestos por la brutalidad y la fuerza.

Si en algo deberíamos estar trabajando los mexicanos en estos días era la concreción de los grandes cambios estructurales que a lo largo de dos años se han conseguido. Era el tiempo de la consolidación, después de la transformación. Ahora tenemos que recurrir los esfuerzos hacia la búsqueda de 43 estudiantes con la esperanza de encontrarlos vivos, o de lo contrario, la certidumbre de una historia macabra que duele y lastima, que se creía superada en un país más democrático.

Se entiende el hartazgo, el sentimiento de ira. Muchos tienen la responsabilidad desde gobierno y sociedad. Lo que sucedió es una completa descomposición de fundamentos en los cuales creíamos teníamos construida sociedad, un duro golpe a la institucionalidad y el marco jurídico que la sostiene. El reclamo se entiende, la manifestación pública de dolor se justifica.

Pero también es necesario darnos un tiempo para respirar y suspirar, y después, empezar a reflexionar sobre el país que tenemos enfrente a nosotros mismos. Es cierto que este despertar ha sido muy violento y doloroso. Pero tenemos que seguir nuestro caminar. Haríamos mal si nos dejamos en el letargo y en un dolor que nos impida avanzar como sociedad. El tiempo solo tiene un dirección: hacia adelante.

No significa con ello no pedir por la aparición de los estudiantes. Pero  tampoco es estancarnos cuando el mundo por si mismo y su naturaleza es dinámico. Es momento de cerrar las filas entorno de las instituciones sin que con ello se claudique el análisis de lo que se debe hacer para limpiarlas, purgarlas y asegurarnos de que regresen a ser protectoras de los intereses sociales colectivos.

De la emotividad subjetiva y sentimental tenemos que ir hacia la racionalidad reflexiva que nos permitan valorar lo bueno para conservarlo y mantenerlo, así como también, desechar lo que es malo o no conveniente.

Como en alguna vez una persona muy sabia me dijo «La queja permanente es la prostituta del alma». Tenemos que dar un paso más, luchar con más sentido y con propuesta inteligente. No debe haber lugar para la violencia. Como mexicanos debemos ver hacia nuestro país, creer en los hombres y mujeres que tienen buena voluntad para unir fuerzas y salir adelante.