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Continúan los disturbios en Sudáfrica, afectando a la actividad hospitalaria

JOHANNESBURGO, 14 jul (Reuters) – Una multitud saqueó tiendas y oficinas en Sudáfrica el miércoles, desafiando los llamamientos del Gobierno para poner fin a una semana de violencia que ha dejado más de 70 muertos y ha destrozado cientos de negocios.

Los disturbios, los peores en Sudáfrica desde hace años, también perturbaron la actividad de unos hospitales que luchan por hacer frente a una tercera ola de COVID-19, forzando además el cierre de una refinería.

Las protestas, desencadenadas por el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma por no comparecer en una investigación por corrupción la semana pasada, han ido creciendo en intensidad hasta derivar en saqueos y en un desbordamiento de la ira general por las dificultades y la desigualdad que persisten 27 años después del fin del apartheid.

Centros comerciales y almacenes han sido saqueados o incendiados en varias ciudades, sobre todo en el hogar de Zuma, en la provincia de KwaZulu-Natal, y en el centro financiero y económico de Johannesburgo y la provincia circundante de Gauteng..

Durante la noche se extendió a otras dos provincias: Mpumalanga, al este de Gauteng, y Cabo del Norte, según la policía.

Un fotógrafo de Reuters vio cómo se saqueaban varias tiendas en la ciudad de Hammersdale, en Kwazulu-Natal, el miércoles. Mientras tanto, las televisiones locales mostraron más saqueos de tiendas en el mayor municipio de Sudáfrica, Soweto, y en la ciudad portuaria de Durban, en el océano Índico.

Se han desplegado soldados en las calles para ayudar a la policía, superada en número, a contener los disturbios, tras lo cual el miércoles se estaba logran restablecer el orden en algunos lugares, como el municipio de Alexandra, al norte de Johannesburgo, informó la televisión local.

La Red Nacional de Hospitales (NHN, por sus siglas en inglés), que representa a 241 hospitales públicos ya sometidos a la presión de la peor epidemia de COVID-19 de África, dijo que se estaba quedando sin oxígeno y medicamentos, la mayoría de los cuales se importan a través de Durban, así como sin alimentos.

«El impacto de los saqueos y la destrucción está teniendo consecuencias nefastas en los hospitales», dijo la NHN. «Y el epicentro de la pandemia está dentro de las provincias afectadas actualmente sitiadas». El personal de las zonas afectadas no puede ir a trabajar, dijo, empeorando la escasez causada por una tercera ola de infecciones.

Mientras las autoridades de Durban parecían impotentes para detener los saqueos, vigilantes armados con pistolas, muchos de ellos pertenecientes a la minoría blanca de Sudáfrica, bloquearon las calles para evitar más saqueos, según mostraron las imágenes de Reuters TV. Un hombre gritó «vayan a casa y protejan sus hogares».

Otros residentes se concentraron frente a los supermercados esperando a que abrieran para poder abastecerse de artículos de primera necesidad.

La pobreza y la desigualdad que alimentan los disturbios se han visto agravadas por las severas restricciones sociales y económicas destinadas a frenar la pandemia de COVID-19. Las Naciones Unidas en Sudáfrica expresaron su preocupación por el hecho de que las interrupciones en el transporte de los trabajadores a causa de los disturbios exacerben el desempleo, la pobreza y la desigualdad.

DAÑOS ECONÓMICOS

La mayor refinería de Sudáfrica, SAPREF, en Durban, ha sido cerrada temporalmente, según informó el miércoles un responsable del sector.

El rand rondaba mínimos de tres meses en las primeras operaciones del miércoles, lo que supone un retroceso para la que había sido una de las divisas de mercados emergentes con mejor comportamiento durante la pandemia. Los bonos del Estado se mostraban ligeramente más débiles.

El alcalde de Ethekwini, el municipio que incluye a Durban, calculó que se habían perdido 15.000 millones de rands (1.090 millones de dólares) en daños materiales y otros mil millones en pérdidas de existencias.

Unos 40.000 negocios se han visto afectados por los disturbios, dijo.

«Es posible que una gran parte de ellas (las pérdidas) no se recupere nunca», dijo a los periodistas el miércoles, lo que pone en peligro casi 130.000 puestos de trabajo.

Zuma, de 79 años, fue condenado el mes pasado por desafiar una orden judicial para prestar declaración en una investigación sobre un caso de desvíos de recursos públicos durante sus nueve años de mandato hasta 2018.

También se enfrenta a un juicio en un caso separado por cargos que incluyen corrupción, fraude, chantaje y blanqueo de dinero. El expresidente se declaró inocente ante el tribunal en mayo. Su fundación dijo el martes que la violencia continuaría hasta su liberación.

La fiscalía nacional ha dicho que castigará a quienes sean sorprendidos saqueando o destruyendo propiedades, una amenaza que hasta ahora ha hecho poco por disuadirlos. Las fuerzas de seguridad sudafricanas dicen haber detenido a más de 1.200 personas.

Aunque el desencadenante es el encarcelamiento de Zuma, los disturbios reflejan la creciente frustración por el fracaso del Congreso Nacional Africano, en el poder, a la hora de abordar la desigualdad décadas después de que el fin del gobierno de la minoría blanca en 1994 diera paso a la democracia.

Aproximadamente la mitad de la población de Sudáfrica vive por debajo del umbral de la pobreza, según las últimas cifras oficiales de 2015, y el creciente desempleo desde la pandemia ha dejado a muchos en una situación desesperada. El desempleo alcanzó un nuevo récord del 32,6% en los tres primeros meses de 2021.

(1 dólar = 14,7161 rands)