Estados Unidos intentó derrocar a Nicolás Maduro, pero la falta de coordinación fortaleció al régimen venezolano
Notipress.- El 26 de septiembre de 2018, Nicolás Maduro se presentó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. En un discurso cargado de acusaciones, el mandatario venezolano aseguró que su país era víctima de una «agresión permanente» por parte de Estados Unidos, al que culpó de querer apropiarse de las vastas reservas de petróleo y oro de Venezuela. Este enfrentamiento en la ONU marcó el inicio de una operación encubierta liderada por la administración de Donald Trump para destituir a Maduro, según un informe de WIRED basado en declaraciones de exfuncionarios estadounidenses.
Para enero de 2019, en plena crisis política y humanitaria, el líder opositor venezolano, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente interino de Venezuela con el respaldo de Estados Unidos y otros países. Este movimiento buscaba presionar a Maduro, quien según las autoridades venezolanazas había sido reelegido en unas elecciones ampliamente calificadas como fraudulentas. La administración Trump respondió con duras sanciones económicas, dirigidas especialmente a la industria petrolera estatal, pero quiso dar un paso más allá apelando a la CIA para diseñar una campaña encubierta, refirió el medio.
Una de las primeras acciones de esta campaña fue un ciberataque al sistema de nómina de las fuerzas armadas venezolanas, con el objetivo de debilitar el respaldo militar al régimen. Aunque esta operación generó cierto descontento entre los soldados, no logró provocar deserciones significativas. Paralelamente, se lanzaron programas de «promoción de la democracia» y una campaña de influencia digital, pero estos esfuerzos fueron calificados por exfuncionarios como insuficientes y poco audaces.
Durante abril de 2019, la oposición venezolana intentó su mayor apuesta con la «Operación Libertad«, liderada por Guaidó, para provocar un levantamiento militar y masivas protestas callejeras. Sin embargo, la iniciativa fracasó debido a la falta de coordinación entre los opositores y la lealtad de las fuerzas armadas hacia Maduro, reforzada por el apoyo logístico y de inteligencia de Cuba.
A lo largo de 2019, las divisiones internas entre los altos funcionarios estadounidenses complicaron aún más los esfuerzos para derrocar a Maduro. Mientras el asesor de seguridad nacional John Bolton presionaba por acciones más agresivas, otros miembros del gabinete, incluidos altos mandos del Pentágono y la CIA, se mostraban reacios a involucrarse en operaciones encubiertas que pudieran provocar represalias internacionales. Según fuentes consultadas, la directora de la CIA, Gina Haspel, evitó tomar medidas drásticas al considerar que podrían generar consecuencias negativas para Estados Unidos.
En efecto, la salida de Bolton en septiembre de 2019 y la falta de resultados concretos llevaron a una disminución de las acciones encubiertas. A pesar de algunas iniciativas, como sabotajes en instalaciones militares y la colaboración con Colombia para debilitar el poderío aéreo venezolano, los esfuerzos para desestabilizar al régimen resultaron ineficaces.
Con la llegada de Joe Biden a la presidencia en 2021, se buscó un enfoque distinto. En 2023, su administración negoció con Maduro un acuerdo que pretendía facilitar elecciones libres a cambio de un alivio de las sanciones económicas. Sin embargo, el mandatario venezolano incumplió lo pactado, bloqueó la participación de los principales candidatos de la oposición y llevó a cabo una violenta represión tras su controvertida reelección en julio de 2024.
Aunque el régimen de Maduro parece consolidado, antiguos funcionarios estadounidenses sugieren que los esfuerzos de inteligencia realizados desde 2019 mejoraron el acceso de Estados Unidos a información clave sobre Venezuela. Esto podría ser un recurso estratégico en el futuro, especialmente si surgen nuevas oportunidades para presionar al gobierno venezolano. Sin embargo, las fallas en la campaña de cambio de régimen liderada por Trump destacan las limitaciones de las operaciones encubiertas cuando no están alineadas con una estrategia clara y sostenida.