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La JEP pone a los colombianos frente al horror de los secuestros de las FARC

Bogotá, 22 jun (EFE).- Los horrores de los secuestros cometidos por las FARC salieron a la luz este miércoles cuando un grupo de víctimas relató ante la Justicia Especial para la Paz (JEP) los padecimientos físicos, económicos y emocionales que les causó el flagelo que laceró a cientos de familias en Colombia.

Los crudos testimonios afloraron en el segundo día de una diligencia programada por la JEP en la que estuvieron Rodrigo Londoño, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Milton de Jesús Toncel, Jaime Alberto Parra, Julián Gallo y Rodrigo Granda, miembros del último mando de las FARC.

Ellos reconocieron que la ahora desmovilizada guerrilla de las FARC secuestró ganaderos, comerciantes y hacendados para obtener dinero y financiar sus filas, un delito que mostró la degradación a la que llegó ese grupo armado.

EL SECUESTRO ACABÓ CON SU FAMILIA

«Quisiera preguntarles por qué se ensañaron con mi familia, conmigo. Me tuve que desplazar, abandonar a mi madre para ir a trabajar a otra ciudad», dijo en medio del llanto Diva Cristina Díaz Aponte, quien habló sin dejar de mirar a sus victimarios en la audiencia realizada en la biblioteca Virgilio Barco, de Bogotá.

Ella es una de las miles de víctimas acreditadas en el Caso 01 abierto por la JEP y conocido como «Toma de rehenes, graves privaciones de la libertad y otros crímenes concurrentes cometidos por las FARC-EP», que investiga ese alto tribunal.

Díaz arrastra el fardo que le cargaron las FARC. Su padre, Juan Antonio Díaz, fue secuestrado en el departamento del Huila el 26 de septiembre de 1998 por el Frente 13 y fue liberado el 24 de diciembre de 1999 luego de pagar un rescate.

Sin embargo, el mismo día de la liberación del comerciante fueron secuestrados otros dos familiares y la desgracia continuó porque su padre fue asesinado el 3 de octubre del 2000. Todavía no se sabe quién lo hizo y por órdenes de quién.

Las FARC reconocieron hoy que en la «política de secuestros» cometieron toda clase de vejámenes que incluyeron canjear un secuestrado enfermo por un familiar sano, exigir pagos de rescates por cuerpos de personas que murieron estando en cautiverio e incluso secuestrar niños y ancianos.

A los secuestrados los sometían a largas marchas forzadas de noche, no les daban alimento, los encadenaban y por si fuera poco los presionaban psicológicamente para que no intentaran huir.

DEGRADACIÓN TOTAL

Díaz recalcó que además de los daños económicos, las FARC destruyeron su entorno familiar porque llegaron a hacerle creer a su padre «que no lo queríamos de regreso cuando fue todo lo contrario».

«Mi padre fue secuestrado por la columna Teófilo Forero. Estaba en una finca de su propiedad. Tenía 63 años y eso no les importó», subrayó.

Explicó que a partir del secuestro de su padre la «familia se disolvió (…) mi padre era la columna vertebral de la familia Díaz Calderón. En ese entonces era el soporte económico para los viejos, para los jóvenes, para los primos, para los hermanos para los hijos y para todos y el secuestro hizo que nuestra vida cambiara».

Buscando a su padre visitó muchos lugares y pudo hablar con Manuel Marulanda (fundador y máximo jefe de las FARC), con Toncel (alias Joaquín Gómez, que fue comandante del Bloque Sur) y con Hernán Darío Velásquez, alias «El Paisa».

Además, Alexander, hermano de Diva que negoció la liberación de su padre, sufrió un atentado y quedó lisiado, hoy vive asilado en Canadá y es «un discapacitado».

Díaz cierra su relato diciendo que además de sufrir el secuestro y asesinato de su padre, el atentado contra su hermano y la ruptura familiar, ella fue víctima de un atentado en febrero de 2001.

«No sé por qué quisieron atentar contra mi vida», dijo la mujer, quien añadió que lleva años «buscando la verdad frente a la situación que vivió mi familia y que viví a título personal».

MÁS HORROR

Otro relato que sacudió a la audiencia fue el de Héctor Horacio Mahecha, secuestrado por las FARC en 2004 cuando pagaba el rescate para que dejaran en libertad a su padre, que estaba en poder de la guerrilla desde hacía seis meses.

Su padre, un modesto comerciante del departamento del Tolima, comenzó a ser extorsionado por las FARC en 1995 mediante el cobro de lo que la guerrilla llamaba «vacuna», que significa que una persona se «protegía» contra la «enfermedad del secuestro», explicó Mahecha.

Su padre fue llevado a 22 sitios diferentes en extensas caminatas nocturnas, siempre con el temor de que llegara el Ejército y morir en un intento de rescate.

Varias veces fue a campamentos guerrilleros a «abonar» la cifra que ellos pedían para liberar a su padre. Sin embargo, «en noviembre de 2004, les dije ‘bueno mi papá se va’, y me respondieron ‘sí pero usted se queda».

Después de algún tiempo él fue liberado pero cinco años después las FARC los volvieron a llamar para exigirles el pago de extorsiones.

ATENTADO CON BOMBA Y DESPLAZAMIENTO

Para presionar el pago de las extorsiones las FARC pusieron una bomba en la sede de la empresa de los Mahecha, que quedaba en la casa en donde ellos vivían.

La carga destruyó la vivienda. «Mis cuatro hijas -de 15, 8, 7 y 5 años de edad- estaban ahí. Una quedó herida en un pie y pasó luego por siete operaciones y la otra tuvo una herida en el abdomen. Nunca podrá lucir un bikini».

A raíz de esas situaciones tuvieron que abandonar el departamento y perdieron el patrimonio económico construido en años de trabajo.

Como estos hay cientos de relatos recogidos por la JEP que investiga los secuestros cometidos por las FARC, una práctica que dejó miles de víctimas que, incluso hoy, no saben en dónde están sus seres queridos porque pese a que pagaron los rescates jamás regresaron a sus hogares.

Ovidio Castro Medina