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Planeación centralizada, sorda ante carencias del pueblo

Estamos los mexicanos en la etapa inicial de un proceso electoral federales que representará, como sucede en todos los comicios, una oportunidad de replantear las metas, objetivos y propósitos sobre el rumbo del país en todos sus ámbitos, tanto político, social como económico.

Los partidos políticos tienen la obligación de presentar e inscribir sus plataformas políticas que contengan los ejes y líneas de acción de lo que se suponen son los compromisos de campaña que se deberán convertir en acciones de gobierno, una vez que se ha obtenido el triunfo electoral y se asume el cargo de elección popular.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) es muy clara al respecto de la importancia de la planeación en su artículo 26 que a su letra dice: “El Estado  organizará  un  sistema  de  planeación  democrática  del  desarrollo  nacional  que  imprima  solidez,  dinamismo,  competitividad,  permanencia  y  equidad  al  crecimiento  de  la  economía  para  la  independencia y la democratización política, social y cultural de la nación”

EL gobierno que resulté del proceso electoral tendrá como un insumo principal la plataforma política que deberá ser un fundamento en la acción de planeación de los actos de gobierno. Pero ante un panorama como México donde existe una diversidad plural de ideologías y partidos políticos el tema de la planeación se convierte en sistema complejo.

Mucho más cuando el presidencialismo, que somete a los demás poderes a su control, ocasiona situaciones presiones en los procesos de toma de decisión que dificultan la buena marcha de los planes una vez establecidos. Los problemas de la planeación centralizada conllevan a no canalizar por completo las necesidades de las instituciones del estado y mucho menos cubrir las necesidades de la población.

Es por ello que muchos opinen que las opciones de crecimiento y desarrollo nacional en México están limitados por el entrampamiento que existe en un sistema político centralizado y más enfocado a defender sus intereses particulares y cupulares.

Queda entonces muy lejos lo que exige la Constitución sobre el sentido y finalidad de la planeación gubernamental:

“Los  fines  del  proyecto  nacional  contenidos  en  esta  Constitución  determinarán  los  objetivos  de  la  planeación. La planeación será democrática y deliberativa. Mediante los mecanismos de participación que establezca la ley, recoger las aspiraciones y demandas de la sociedad para incorporarlas al plan y  los  programas  de  desarrollo”

Tal vez eso algunos insisten en que una de las soluciones sería el comunismo. La propia definición del comunismo nos habla de la masificación de los bienes de producción y de los productos en beneficio de la sociedad.

¿Será que con ello bastará para realmente aprovechar todos los recursos que los mexicanos generamos con el talento que nos caracteriza?

Esto debería ser un tema fundamental en la discusión política en estos tiempos electorales. La luz que podamos encontrar en el debate nos debería conducir a tomar la mejor decisión.

Los mexicanos sin duda tenemos muchas carencias, una economía que no logra satisfacer las necesidades más apremiantes de la familia. La impunidad y la corrupción agravan el problema.

Si verdaderamente queremos que el gobierno nos escuche, debemos forzar más la participación de la ciudadanía en el diseño de las plataformas políticas, y posteriormente, en los procesos de planeación.

No olvidemos lo que lo dice nuestra Carta Magna: “En  el  sistema  de  planeación  democrática  y  deliberativa,  el  Congreso  de  la  Unión  tendrá  la intervención que señale la ley”, que en otras palabras es aceptar que la esencia de la planeación no esta en los legisladores sino en la participación y deliberación del pueblo.