Hablar de teorías de pensamiento relativistas es dirigir nuestra mirada hacia los orígenes del pensamiento filosófico de la antigua Grecia. La ruptura del paradigma religioso y la necesidad de buscar la explicación del origen del universo propiciaron el surgimiento de posturas relativistas que promulgaban que la experiencia del conocimiento no podía ser uniforme, sino que tenía una propiedad diversa. De tal manera que aceptan la máxima de Protágoras “El hombre es la medida de todas las cosas”.
No obstante, de esta corriente de pensamiento, por la propia diversidad se dieron también otras maneras de conocer y percibir las cosas del universo.
Para la construcción y consolidación de la sociedad organizada, se hizo un distingo de dos realidades: que no era lo mismo el ser y el deber ser. El primero alude a las entidades y las cosas que tienen una naturaleza que las distingue y las hace entonces únicas. Tal circunstancia obliga a encontrar su esencia que, en términos prácticos, constituye la definición junto con la caracterización que hace únicos a las cosas y que gracias a ella las podemos distinguir entre todas las demás cosas.
Esa sistematicidad de las cosas es lo que ha permitido el conocimiento y la comprensión de las cosas que nos rodean y constituyen el universo y entorno que nos envuelve y donde nos desarrollamos.
Hoy en día se pierde el valor del deber ser para darle una mayor priorización al ser. Si bien es importante el respeto de la individualidad, es también muy cierto que las subjetividades deben contextualizarse en los intereses y bienes jurídicos que la sociedad debe proteger.
Es el riesgo de este siglo que continua su marcha… una caracterización que nos pueden conducir hacia la polarización y el desarraigo del individuo en la sociedad.